viernes, octubre 27, 2006

Animal Interior




















El animal bajo mi piel
lava sus heridas con saliva y sal.

Al final de la batalla perdió sus garras asesinas y su fuego.

Ya no le quedaban fuerzas para destruir al demonio
que enfrentaba desnudo de fiereza.

El animal interior manifestó su dolor
en cada gesto, en cada zarpazo,
en cada beso compulsivo con la muerte.

Se entregó al miedo
y reveló lo que era:
Un espía del silencio, degustando angustiado el sabor de la derrota.

Cayó la bestia;
cayó el hombre.
En equilibrio precario se quedó el alma...

(Te dejo,
te dejo,
te dejo,
te dejo ir...)

Desvalido, involuntario, gris.
Necesitado más que nunca de su mano,
le dejó ir.

Su risa (mi risa; tu risa) se quedó en cautiverio,
dejando en aquel rostro humano,
sólo vestigios de su triste animalidad.

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