Me quedo solo en este santuario de palomas perdidas.
Respiro profundo el aroma a silencio,
a dolor mezquino,
a dios dormido.
Me refriego caliente entre las piernas de la muerte.
Jadeo profundo,
me muerdo la boca para no gritarte,
para no rezarte.
En la sombra agredida de mi voz
me encontré desnudo de palabras,
sin tanta vanidad ya en los labios, sin tanta soberbia.
Carcomido por las ganas de olvidarte
me sometí a tu recuerdo redoblado,
con las manos ya vacías, con la memoria devorada.
El deseo se lo tragó una plegaria nocturna
dirigida a un pueblo de hombres perdidos
en donde tú y yo
aún nos amamos,
o al menos eso creemos...
Estar solo no es casualidad,
soy un ángel que ha caído a tu lado
y estar contigo no es casualidad,
escogí habitarte más allá de lo deseado.