martes, agosto 15, 2006
La Fe Puesta En Tu Piel Me Abruma
I Lo Sublime
Alguna vez, la sublime belleza de tu beso descendió hasta mi boca,
bautizando un amor terreno que germinó entre tus manos y las mías.
No había sol.
No llovía.
Sólo tu aliento dio vida.
Divino beso, Divina piel, el placer convertido en Dios.
Tu boca doblegó mis piernas y una súplica eléctrica acaparó mi espalda.
Una brisa, un roce, una flor,
un clamor, un beso, el cielo.
Todo confabuló, alguna vez.
II Lo Trágico
Pero la sangre... la sangre.
La tragedia de tu herida provocada por la sangre.
Fue ella la que dañó mi fe.
Se hizo costumbre el daño en tu mirada.
La esperanza fue quebrantada de súbito y el mal hizo su estreno.
El látigo.
La rabia.
El golpe cruento envuelto en seda.
Tiro de gracia a una unión perfecta.
III Lo Patético
¿Cómo siguen cantando, ángeles, si la muerte ríe a carcajadas?
Su estridencia no permite otras notas. ¡Cállense!
Atrapado en el tiempo de una balada sorda,
me quedé bailando solo,
resbalando en el charco de sangre que mis pies desprendían a gritos.
Un abrazo descolgado, una caricia destrozada,
y la música... la música... a destiempo.
Mi sal no da para curar tanta herida.
Grotesco.
Patético.
Una sonrisa destemplada muestra mis dientes deformados.
Ya no hay beso.
Sólo silencio.
No aplaudan.
No lloren.
Miradas lastimeras no quiero.
Orgullo desperdiciado, tampoco.
La fe puesta en tu piel me abruma, pero debo reconocerlo...
tuvo el poder de destrozarme entero.
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Me encantó la forma en que unes las palabras y les das sentido particular. Estaré más al pendiente de este sitio.
ResponderBorrarSaludos desde México.