Olvidé la canción alborotada de tanta marcha sinsentido.
Levanté sin ganas el estandarte de la gloria abandonada,
de la lucha desarmada... del discurso suicida.
El clamor de la venganza en las calles me llenó de ecos, lamentos, genuflexiones...
Y tu mirada entonces,
repletó las caras de los insurrectos
que rompieron en llanto ante mis manos.
El mudo silbido de tu inocencia acalló al enemigo y lo llenó de cruces.
Se disolvieron las piedras en el aire.
Las banderas se quemaron al viento.
Me entregué a la muchedumbre abarrotada.
Me dejé llevar con los brazos alzados,
por los puños enquistados de tu ausencia.
Me dejé ir hasta el abismo destino de tu marcha,
a paso redoblado, martillando tambores.
Descubriendo a tientas el olvido.
Entendiendo a medias mi descuido.
Caímos todos.
Callamos todos.
Pero el silencio no otorga y tú y yo tampoco.
Marchamos indefectiblemente hacia el olvido.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario