sábado, septiembre 16, 2006

Mi Saliva Se Quedó Con Tu Sangre




















A mordiscos te arranqué la soledad que traías en la boca.
Me bebí el miedo que exhalabas frío como la sal.
Dormí en los retazos de tu cuerpo que despedían azufre,
y en cada gesto, doblegué al temor que te nacía.

Fui escudo de plata en tus mejillas abofeteadas.
Desarmé las coronas de espinas en tu corazón.
Hablé con el silencio que te rodeaba y me hice credo,
y en cada plegaria, perdonamos al llanto por lo que nos hizo.

Sin embargo, ahora me dejas descascarado.
Con la fe entre las piernas.

Me devuelves los besos con un dejo de desidia que no puedo evadir.

Yo que me fugué contigo de la paz que nos rodeaba.
Yo que entré en el caos maravilloso de tu presencia clandestina en mí.
Yo que te besé violentamente.

Mi saliva se quedó con tu sangre,
y sólo el sabor de tu olvido se quedó en mis labios...

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