sábado, septiembre 30, 2006

A Esperar




















Atravesé solitario la sordidez de las avenidas narcóticas.
Crucé miradas con el enemigo,
como chiquillo de doce en una plaza sudorosa y hambrienta
a la medianoche...

Pisé el césped prohibido y la ruta corrupta
entre los arbustos que rasgaron mi cara de inocente desafiado.

Pero no cedí.

Tacones duros y pesados evadí
(La teconología del engaño en las esquinas,
me observó como presa fácil).

El veneno de la noche quería lubricar mis venas y no lo dejé,
aunque muchas veces (no lo niego) su sabor rozó mis labios.

He querido apagar la luz de las calles tantas veces...
enmudecer.
Que las ráfagas del silencio recorten toda voz
para amanecer abrazado al pavimento, pidiendo su paz.

Pero aparece tu mirada.
E indefectiblemente, se aparece mi risa.
Nuestra complicidad renace.

Y corro.
Corro hasta ahogar con mi sudor
el llanto de la ciudad que dejo atrás.

No voy a quedarme a morir sin ti.

Sigo el camino que dejaste en mí,
a esperar que al final del trayecto nos hallemos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario