sábado, octubre 07, 2006

Recreo




















En el recreo de las once, un día me di cuenta de que existías.
Tu cuerpo modificado por el incesante despertar de la vida
se perfumó de historia, se abrió como orquídea, fui abeja en ese contexto.

Quise olvidar las distancias del tiempo,
quise quemar los libros que me prohibían tu mano.
Intenté en mis clases relatar otro cuento,
pero entendí que el dolor era sobrehumano.

La campana te arrancaba de mi ojos,
pero tú delatabas tu interés con una mirada de soslayo antes de partir.
Era evidente que la grieta de un amor profano se abría entre tú y yo.
Y yo quería; Y tú cedías...

Revolvimos las piezas de un juego inclemente.
Nos hicimos víctimas inevitables del desamparo.

¿Quien iba a pensar que al abrir el camino hacia tu boca
iniciaba la ruptura de mis labios...?
¿Por qué se hizo de hielo el calor que tu mirada provocaba?

Te entregué el dolor que llevaba conmigo
y lo maquillaste de risas,
pero te transformaste en sable a fin de cuentas...

Acabó el recreo,
y con él tu promesa de mañana caer a mis pies.
Fue mi cabeza la que cayó en los tuyos...

(He tratado de volver a ti,
he querido que comprendas como existe aún un puente entre nosotros.
Cuando los errores son compartidos
las reparaciones también deben ser mutuas.
Que nadie entienda esto, excepto tú.
Apelo a tu entendimiento de la vida.)

Quiero re-crearme, re-crearte...
que mi rostro y el tuyo se transformen en un lienzo nuevo.
Que suene nuevamente la campana,
quiero entrar contigo a la clase de arte.

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